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“LA VERDAD DEL DETECTOR DE MENTIRAS: EL DETECTOR DE MENTIRAS NO EXISTE”

LA VERDAD DEL DETECTOR DE MENTIRAS

Parte 2

El Detector de Mentiras No Existe

M. en C. Ivan Cruz

Muchas personas cuando escuchan hablar del llamado “detector de mentiras”, se imaginan un instrumento con el cual basta colocarlo sobre una persona y empezar a hacer las preguntas de interés, para que el aparato nos indique de manera determinista, si una persona miente o dice la verdad, dicha idea no puede estar más lejos de la realidad, pues lo cierto es que el detector de mentiras no existe. Es un hecho que hasta el momento no existe evidencia científica que señale alguna reacción humana específica de la mentira, pues independientemente de la tecnología utilizada o el nivel de entrenamiento o expertise del aplicador, no se ha encontrado señal que ocurra siempre y únicamente cuando una persona miente, como sucedía con la nariz de pinocho en el afamado cuento.

 Profundizando acerca de qué es una mentira, encontramos que de acuerdo a la Real Academia Española (RAE), se define como una “Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente”, siendo entonces un concepto muy amplio, que implica diversas categorías. De acuerdo a la clasificación Karpman, existen 10 tipos de mentiras, en las que se incluye por ejemplo a las “mentiras Benignas”, que se caracterizan por utilizarse por convención social, por ejemplo, ante un saludo cuando a alguien le preguntan “¿cómo está?”, la respuesta típica es simplemente “bien” buscando quizá no entrar en detalles, y sin importar que no sea el mejor día, siendo ésta una mentira de uso cotidiano. Por otra parte, “engaño” es un concepto más conexo a la evaluación poligráfica, de acuerdo a la RAE engañar se define como “Hacer creer a alguien que algo falso es verdadero”, lo que implica un acto intencional que no es accidental o inadvertido, mismo que pretende crear en la mente de la otra persona una percepción falsa de la realidad, lo cual en una entrevista implica, omitir información que sabemos puede ser relevante para nuestro interlocutor o presentar detalles falsos como verdaderos.

Ante el desconocimiento de las bases psicofisiológicas que subyacen al funcionamiento del polígrafo y con ello sus alcances, algunas personas han llegado a creer que el instrumento utilizado es capaz de identificar qué es lo que una persona hizo, en un estado inconsciente (por ejemplo: de sonambulismo o ebriedad), como si dicho instrumento fuera capaz de identificar “la verdad”, cuando incluso el evaluado la desconoce. Es un hecho que el polígrafo es incapaz de identificar la veracidad de la información reportada por el evaluado, cuando éste no puede reconocerla, una característica básica del asunto bajo evaluación, es que se espera que el examinado sepa la verdad acerca de su comportamiento pasado, de ahí que el polígrafo evalúa si el entrevistado pretende como un acto intencional, hacer creer que algo falso es verdadero, es decir, “engañar”. Cosa similar sucede con “las intenciones”, “motivaciones” o “deseos”, el polígrafo es incapaz de determinar la veracidad de cualquier información de carácter “subjetivo”, si alguien comete un acto “con dolo” o “con mala intención”, o en su contraparte si “actuó de buena fe”, el polígrafo se limita a evaluar únicamente si el evaluado cometió o no alguna acción en el pasado, estando consciente de haberla cometido, es decir, se evalúa si lo que reporta de manera verbal un examinado es análogo a lo que está almacenado en su memoria, de manera que resulta también inútil el pretender determinar si se cometerá o no un acto en el futuro.

Habiendo comprendido la diferencia entre engaño y mentira, y que el polígrafo evalúa la intención de engaño sobre una conducta pasada, misma que está por tanto almacenada en la memoria, cabe aclarar que tampoco se pretende el uso de la evaluación poligráfica, como una prueba de memoria, pues la valoración del funcionamiento de la memoria compete a otras pruebas como las psicométricas, las cuales están fuera del objetivo de interés de la poligrafía. Es importante hacer una distinción entre la memoria episódica y la memoria semántica, en donde la primera, se refiere a los recuerdos de un hecho o un evento, el cual se encuentra dentro de un contexto, y está delimitado en un tiempo y espacio; la compra de un primer auto, la ceremonia de graduación, o si alguien experimento alguna vez con drogas, todos estos recuerdos son almacenados producto de una vivencia, es decir a través de la experiencia, recuerdos que son almacenados en la memoria episódica; por otra parte, la memoria semántica, guarda información de carácter conceptual, misma que no está unida a una experiencia de carácter personal ni un contexto, como lo es el conocimiento adquirido mediante la lectura de un libro, las lecciones de matemáticas, platicas con algún compañero, la información que nos reporta nuestro noticiero favorito o por ejemplo la información que se almacenara mediante la lectura de éste escrito.

El polígrafo evalúa la presencia de un recuerdo almacenado en la memoria episódica, y es particularmente útil para identificar cuando alguien niega haber cometido algún acto que implica un factor de riesgo, que en realidad, sí cometió; como lo son el haber consumido una droga ilegal, haber colaborado con algún grupo delictivo, robado una computadora, o desviado los fondos de una empresa, recuerdos que por sí mismos implican un factor cognitivo y emocional. En dicho caso, cuando el evaluado pretende negar haber cometido una conducta de riesgo que sí cometió, no importa que conteste de forma verbal con un “no” rotundo, pues su cuerpo nos dirá lo contrario, generará una serie de reacciones no voluntarias y aunque casi indistinguibles, medibles en el polígrafo, suscitadas ante la evocación de un recuerdo y la negación de su acción.

Cabe mencionar que es indispensable que la conducta a evaluar esté almacenada en la memoria episódica, y dado el protocolo de evaluación, para que los distintos estímulos generen la debida reacción en igualdad de condiciones, se evalúan solo actos cometidos en primera persona, resultando entonces invalido el pretender determinar la conducta de una persona mediante la evaluación poligráfica de un tercero, la cual podría tener, preguntas confusas ¿lo hizo o no lo hizo?, y aún pensando que se tiene certeza en las respuestas, éstas podrían ser resultado de la imaginación y no de los hechos, ya que el cerebro tiende a armar historias lógicas pero falsas, efecto que se le conoce como “falsas memorias”. Dicho lo anterior, aunque se ha sugerido el polígrafo para evaluar la veracidad ante preguntas como “¿Estás mintiendo cuando dices que el sujeto te atacó con un cuchillo?”, dichas preguntas implicarían entonces que el polígrafo puede detectar engaño, por otra parte si dicha pregunta se plantea como “¿El sujeto te atacó con un cuchillo?”, se da por cierta la suposición de que el comportamiento de una persona que no está bajo investigación, puede ser analizado mediante el testimonio de un tercero, sin embargo hasta el momento no hay algún estudio publicado que determine la precisión del polígrafo para éste tipo de estudios.

Asimismo, no hay evidencia científica que demuestre que la prueba es útil para determinar si alguien sí cometió algún acto que afirma haber realizado, es decir, la afirmación de una conducta (por ejemplo apremiada, como haber recibido un título), ya que se sabe que la negación de una acción negativa cuando ésta sí fue realizada, implica la evocación de dicho recuerdo, el cual suscita procesos cognitivos (atención, evocación de la memoria a largo plazo y manipulación de información (es decir, memoria de trabajo), entre otros ) así como carga emocional (que aplica para cualquier emoción que acompañe al recuerdo o a la evocación del recuerdo, sea esta alegría, enojo, sorpresa, vergüenza, etc), y en dicho caso la lectura de parámetros específicos en el polígrafo, sería confusa, pues no sabríamos si son resultado de la evocación de un recuerdo (una conducta que sí se cometió, lo que genera atención y emociones diversas según el recuerdo y la apreciación que el evaluado le dé a éste), o la preocupación de que el intento de engaño sea descubierto (lo que cognitivamente generaría disonancia, y multiples emociones posiblemente de valor negativo), por mencionar solo algunas posibles explicaciones.

Resumiendo entonces, el polígrafo es particularmente útil para diagnosticar con alto grado de precisión, si alguien cometió una conducta de riesgo, y la misma persona lo está ocultando, es decir, la negación de una conducta pasada de riesgo o el involucramiento en un asunto bajo investigación, lo que implica un intento de engaño. No es la mentira, en si misma y en su amplio significado, lo que genera una reacción fisiológica, detectable en el polígrafo, si no la presencia de un recuerdo en el cerebro que es negado, cuya evocación viene acompañada de una carga cognitiva y emocional.

Sabiendo entonces que el detector de mentiras no existe, surge la pregunta de ¿para qué nos sirve la evaluación poligráfica?, a lo que daremos respuesta en la parte 3 del blog “LA VERDAD DEL DETECTOR DE MENTIRAS: EL POLIGRAFO FAVORECE LA TOMA DE DECICIONES JUSTAS Y EFICIENTES”.

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